Formentera

Isla de vocación caribeña

Formentera: playas interminables de fina arena blanca y aguas que brillan en todos los colores, desde el turquesa claro hasta el azul profundo cuando el mar y el cielo se funden en el horizonte. Formentera es un trocito del Caribe en el Mediterráneo, sólo que más bonito, según afirman quienes conocen y aman la isla más pequeña de las Baleares. Formentera es sinónimo de tranquilidad. Aquí, el mundanal ruido queda muy lejos, como en un planeta aparte. Días junto al mar, noches en uno de los pequeños pueblos de casitas blancas: un modo de vida totalmente distinto. Incluso su «capital», San Francisco, tiene tan solo 3 000 habitantes. La gente se reúne en los restaurantes de los pueblos o junto a la propia costa. El verdadero habitante de Formentera da esquinazo a las playas, al menos en verano, cuando cientos de yates de gente rica y guapa se congregan en torno a la isla y los restaurantes de la playa cobran precios astronómicos por una cocina mediocre.

Más vale huir de esas zonas. Existen multitud de preciosas playas tranquilas con chiringuitos instalados en pintorescas cabañas de playa que son tan propios de la isla como el viento y el mar. La isla ha sido un lugar de encuentro de artistas desde los años 80. Los grandes de la música, desde Bob Marley hasta Pink Floyd, hacían sus fiestas en la playa, liándose a menudo sus propios porros. Multitud de pintores y escritores se reunían en la Fonda Pepe de San Fernando. Algunos de ellos viven aún en la isla. Formentera cuenta con una oferta muy reducida de inmuebles en venta. Quienes viven aquí no venden, y apenas hay permisos para nuevas construcciones. Así es como debe seguir siendo la isla: original y auténtica. Por este motivo, el gobierno insular hace todo lo posible por evitar la excesiva afluencia veraniega de turistas. Quienes tienen la oportunidad de vivir aquí son auténticos privilegiados.